Disfrutando de la mama que me mete la sirvienta
Karla no sabía del goce que le daría el sexo oral, pero cuando comenzó a mamar pollas descubrió un mundo de placer, una nueva dimensión donde su boca era el mejor órgano sexual, su garganta era como una extensión de su vagina y su saliva era el mejor lubricante. Cuando Yanni le mostró su pollón, rápidamente comenzó a darle caricias con su lengua, excitando su glande y haciendo que la erección se completase, con sus mejillas hacía el efecto de succión que tanto agrada a los hombres, y con su garganta presionaba la vergota, para que ésta se pusiera más dura y comenzara a hacer efecto como de vagina en acción. Sus manos ayudaban al masaje dado al pito, que se movía cual si se la estuviera cojiendo, la temperatura de su garganta ayudaba a que la mamada fuera rica y que Yanni gimiera agradecido por que su verga era tratada cual se debe con el que merece que le chupen el miembro hasta que la leche surja espumosa y caliente de los guevos, para bañar el rostro de la puta mamadora que hace el acto. Sus senos también hicieron parte del trabajo, aunque por las mamadas ya era poco lo que faltaba para que Yanni se viniera, gustoso de haber recibido tremendas chupadas y masaje en el pito, que merecía como recompensa la lluvia de semen en la cara, en los lentes, en los cachetes y en la boca. El lefaso fue de antología y la cara de Karla se cubrió de lechita, tanto sus lentes como su boca se mojaron con el semen, que era su recompensa por mamar tan rico.