Fakings: una zorra muy golosa
Urías era un viejo conserje de un edificio de departamentos, que se volvió loco al ver a Ayesa. Ella era una casi adolescente, con sus 21 años parecía de 16, por su bello rostro, formas discretas pero hermosas y larga cabellera. Urías la veía todos los días, y suspiraba la verla pasar, era como una escultura de Praxíteles y él como un barril. Una ocasión ella llegó corriendo y llorando, pero Urías no se atrevió a acercársele, porque era una de las normas del trabajo: respetar la intimidad de sus inquilinos. Al final, ella le platicó, había perdido su trabajo y ahora no tenía dinero ni para la renta. Urías se ofreció a ayudarla, y al principio con pena, pero luego con alegría, ella aceptó. Pero no consiguió trabajo fácilmente, y al no saber cómo y cuándo le pagaría al viejo Urías sus amabilidades, lo invitó a cenar. Durante la cena él le platicó su historia, la conmovió y él le declaró su amor. Ella le respondió que era imposible, pero él sacó su verga para que ella viera qué le esperaba: su verga era enorme, ancha, cabezona y venosa, parecía un tronco más que un pene. Ella asustada se dejó llevar cuando él se la puso primero en su mano, y luego la comenzó a acariciar y besar, hasta que la hizo chupar su pollón. Casi se atragantó Ayesa, nunca había visto un pene tan grande y decidió coger con su conserje, le chupó como pudo la verga y luego se quitó falda y calzón para trepar en su palo de carne. La penetración fue dolorosa al principio pero luego la hizo venirse varias veces, y cuando él terminó, la dejó exhausta e incrédula de la vergota que poseía un anciano de su edad.