Me follo al potrillo de mi tío en su rancho
La granja de Fineas era el último lugar al que Sandra quería llegar, pero ya estaba allí, sin internet, sin tv por cable y al parecer sin más compañía que su anciano tío Fineas y decenas de animales, ya que los trabajadores temporales del lugar estaban de vacaciones, aún no era el tiempo de la cosecha. Sandra descubriría un placer oculto en la granja, ya que al principio, por falta de acción y a pesar de los bellos paisajes, solía encerrarse en su cuarto para masturbarse con su surtido de consoladores que había traído de la ciudad. Sus cuentas anales eran sus favoritas, les ponía el analub y posteriormente se las iba metiendo hasta que todo el collar estaba dentro, y lo sacaba cuenta por cuenta, sacaba una, la volvía a meter, luego sacaba dos, metía una y sacaba otras dos, y así. Pero un día el veterinario tuvo que visitar a una de las vacas y ella aprovechó para aprender un poco de animales. Entonces conoció algo que le encantó, la verga del caballo era de las más grandes del mundo natural, y al día siguiente se escabulló en el establo y se acercó a manchado, el potro del lugar. Encontró rápidamente su miembro y al excitarlo con el tacto, se le antojó tremenda vergota, así que se desnudó y acarició el pene del caballo que se puso rígido como tabla. Se lo llevó a la boca y trató de metérselo por el ano, pero como no cabía, se acomodó y se lo metió en la panocha, apenas un trozo pero era suficiente para sentir un placer nuevo, se metía y se sacaba la punta de la verga del caballo, hasta que éste la bañó con su jugo, y ella, que se había venido varias veces, se fue a bañar para no oler a caballo.