Africanos follando al aire libre
Imelda y su primo siempre habían sentido atracción mutua, desde niños iban juntos a todos lados, asistían a la misma escuela, la misma iglesia, en fin, parecían hermanos. Cuando estaban en el último año de la preparatoria, fueron juntos a un viaje en la playa, ella se vistió para nadar un bikini atrevido y su primo contempló el cuerpo de ella con lujuria, a pesar de que estaba separados en dormitorios para hombres y mujeres, él logró escabullirse en la noche y la hizo salir de su cuarto. Aprovechando la luna llena pudieron ir a la playa que a esa hora estaba vacía, y él la abrazó. Ella le correspondió y entonces se quitó toda la ropa, y le dijo que siempre había esperado ese momento, le quitó a el su short y comenzó a maniobrar su verga, primero con una mano y luego se la llevó a la boca, le lamió el pito y luego las bolas, masajeándoselas de forma experta, él emocionado le acariciaba las tetas que aún no eran muy grandes, pero ya estaban deliciosas. Él le agradeció las caricias acostándola en la arena y comenzó a lamerle la panocha, primero de abajo hacia arriba, luego a los lados acariciando sus labios vaginales y luego le lamió desde el culo hasta el clítoris, ella se humedeció toda y le pidió que ya se la metiera, encantado él se la clavó toda y comenzó a cogerla en posición de misionero, con las piernas al aire y bien abiertas, dejando totalmente expuesto su rasurada panocha. La vergota le entraba y le salía rápidamente, el le masajeaba las tetas y cuando se corrió sacó su pito para bañarla de leche, con tanta fuerza que le llegó hasta la cara.