chavita joven se mete la lámpara de Aladino por el orto, y no sale el genio
El sexo es tan natural como comer o respirar, pero en el caso de Hilda sus ansias de sexo la llevaron al extremo, porque desde muy joven le gustaba excitarse con sus dedos, con los utensilios de cocina, y hasta con algunas verduras. Todo parecería normal, pero un día descubrió el sexo anal con uno de sus novios. Él la introdujo a un nuevo mundo de sensaciones y disfrute, ya que a lo mucho antes le habían acariciado el ano, pero ahora su novio le lamió el culito, se lo excitó con la lengua, adentro, afuera, adentro, afuera, y al final le metió su pito, poco a poco y luego la cogió mientras ella trataba de hablar, pero las palabras sencillamente no salían de su boca, ya que tanto el dolor como el placer le impedían resistirse al cogidón que le estaban dando. Después de aquel día quedó confundida, pero comenzó a masturbarse primero su vagina y luego por el culo, un día descubrió que podía relajarse y meterse hasta cuatro dedos al mismo tiempo en el ano sin sentir dolor, más bien placer, y entonces se le ocurrió comprar un consolador tamaño monstruo, lo usaba indistintamente en su panocha y en el culo, a veces se lo metía en la concha para lubricarlo con su venida y luego clavárselo en el culo, sin embargo un día sentía necesidad de algo monstruosamente gigante en su cola, así que se metió una botella, primero por el cuello y al sacarla, se la comenzó a meter por la parte ancha, gemía y se retorcía pero por fin logró meterla toda, masajearse y venirse como nunca lo había hecho, al sacarla sintió un alivio atroz, pero ahora tenía un nuevo hobby: coger con una botella con el culo.