Las meadas de mi novia cachonda
Oralia era una morena preciosa, y su compañero de cuarto lo sabía. El hecho de que ella tuviera novia nunca le había impedido ver con lujuria y deseo a su bella compañera de cuarto, que tenía tetas grandes y jugosas, una cintura breve, caderas amplias y piernas no muy altas pero no por ello menos bellas. Una noche en que Pedro, que era el nombre del roomy de Oralia, se quedó estudiando hasta tarde, vio cómo ella llegaba en la madrugada, totalmente ebria. Apenas alcanzó a llegar a su cuarto, que dejó abierto y se desplomó en su cama. Estaba tan borracha que había llegado sin tanga, y cuando por curiosidad Pedro se asomó al cuarto de ella, de inmediato se le paró la verga, su amiga estaba boca abajo, con las piernas separadas y mostrando su rica rajita al final de sus bellísimas nalgas. Pedro no pudo aguantar la tentación y recorrió con sus manos las bellas piernas, las apetecibles nalgas y la panocha de Oralia. Se comenzó a jalar la verga mientras la acariciaba, era increíble poder separarle las nalgas y ver su estrecho culito, que se le antojaba para clavar su pito erguido y llenarlo de semen. Ella pareció despertarse, pero solo se acomodó, quedó boca arriba y Pedro le acarició las tetas, acabó por desnudarla completamente y comenzó a chuparle el coño. Su panocha depilada agradecía los lenguatazos, y luego él comenzó a meterle los dedos en el culito, ella gemía pero al parecer disfrutaba, porque se abrió toda de piernas y al volver en sí le pidió: ¡Ya métela cabrón! Pedro la penetró por el culo y por el coño, y a ratos se quedaba inmóvil porque Oralia se empujaba con las caderas, hasta que lo hizo venirse y él la chorreo de semen en su vientre, ella tomó la lechita y se la llevó a la boca sonriendo.